jueves, 14 de julio de 2011

SISTEMA PENITENCIARIO

Mucho se ha escrito ya sobre la crisis penitenciaria; parece haber consenso al respecto. Sin embargo, es necesario señalar que el problema se agrava cuando hablamos de una crisis sobre otra crisis, la prisión se convierte en algo indispensable de remediar. El derecho penal está enfermo de pena de prisión; el abuso de la privación de la libertad ha llevado a un franco deterioro de todo el sistema penal. La violencia en las prisiones; con la cuota elevada de muertos, es un señal de alarma que nos indica la necesidad de un cambio en el sistema penitenciario. Entendemos que todo el sistema penitenciario está en crisis, con códigos más represivos que preventivos, con personal mal seleccionado e improvisado; y, por desgracia, con serias manchas de corrupción. La justicia es lenta, costosa, desigual e inconsistente. Todo esto se refleja con mayor crueldad en la prisión. Entonces, una forma de sustituir la prisión es convertirla en una institución de tratamiento. La transformación de la prisión en institución de tratamiento tiene por finalidad la desaparición de todo carácter penitenciario. En cuanto la prisión se convierte en institución de tratamiento, no es más prisión. Estamos seguros de que la transformación es posible, y los experimentos realizados incitan al optimismo, y a pensar no en grandes catedrales del miedo o universidades del crimen; sino en pequeñas clínicas criminológicas. La mayoría de la prisión tiene todavía una tónica militar; el uniforme militar; la terminología semimilitar; el uso de oficiales impiden en mucho que la prisión se convierta en una comunidad terapéutica. Se debe cambiar la usual actitud pasiva de “esperar por el tratamiento” hacia una concientización del sujeto para tomar parte activa en él. En cuanto al personal, es necesario un absoluto cambio de mentalidad, y preferimos un personal inexperto, sin experiencia penitenciaria, pero seleccionado y entrenado, al “especialista” hecho en prisión y victima de procesos de prisionalización. El tratamiento en institución no es más que una de las modalidades posibles del tratamiento de los delincuentes. Al final, es necesario dar al detenido la sensación de que no es solamente un número, un culpable rechazado por la sociedad, sino un hombre entre los hombres.